Las cosas en su casa iban desapareciendo. Un día un cenicero, otro un libro y así, poco a poco, se vaciaba. Cuando sus alumnos venían a visitarla y le alababan algo, simplemente decía:
-Llévatelo. Te lo regalo.
-Pero como, no puedo, -aclaraba atónito el visitante,- solo dije que era lindo.
-Llévatelo te digo,-replicaba dulcemente- tu estas en tiempo de guardar y yo, de desprenderme.