jueves, 28 de agosto de 2008

EL TIEMPO Y LA ALCANCÍA



Tengo un reloj de mesa que compre hace algunos años, en un anticuario de Copenhague.
Es una bella pieza que, por la madera, la maquinaria y la tipografía y debe tener más de ciento cincuenta años.
Quien la construyó en Dinamarca, nunca se imaginó que pasaría a compartir la vida de una familia caraqueña.
Tiene dos funciones, te señala las horas y guarda tus monedas. No se trata de exigir dinero para mostrarte el tiempo. Solo te ofrece un espacio para ahorrarlas.
Hace unos días, mi nieto, ya en edad de aprender a ahorrar, la descubrió. Viéndola detenidamente, me preguntó:

-¿Cómo se puede pasar y guardar al mismo tiempo?

Me tarde en responderle.
No es sencillo explicar el juego del pasado y el futuro.

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