domingo, 15 de febrero de 2009

PÁGINAS DE ARMANDO ROJAS GUARDIA




Filosofo, poeta, pero sobre todo un ser humano que expresa profunda y estéticamente sus reflexiones, incertidumbres y reencuentros.

“EL DIOS DE LA INTEMPERIE” (Primera edición 1985, red. 20063. 2006) y “EL PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE, Qohelet y la moral provisional”( Primera edición 1991, red. 1996, 2006), acaban de ser publicadas, oct. 2008, bajo el sello de Convivium Press, con el diseño y cuidado gráfico de Eduardo Chumaceiro.

Su obra no puede reseñarse, solo citarse. Por lo tanto, he seleccionado textos de la primera.

EL DIOS DE LA INTEMPERIE

Primer párrafo:
“¿Quién eres, tú sonoro al fondo de mi mismo?
¿Cómo te llamas, horizonte presentido, oscuridad ansiada, ápice del fin, paisaje último donde el gozo no puede saber sino a agonía, olor álgido de un páramo donde la nada hace vomitar y el ser marea ,rayo de muerte que sin embargo incendia toda tu vida?”

Página 46:
“Cuaderno de notas, por la tarde:
-Constato: me siento muy bien dentro de las máscaras. Domino perfectamente la lógica mental que corresponde a cada una de ellas(de las máscaras) y, así, puedo disfrazarme a voluntad, alternativamente. Pero yo lo sé: ninguna de ellas soy yo mismo. Lo sé siempre.”

Página 67:
“Ser leal al cuerpo es, también, aceptar totalmente su precariedad, sus cansancios, sus hastíos, esa tristeza que lo empapa a veces, como una oleada amarga que sube hasta la boca, su torpeza-que a veces desemboca en una gracia compacta y plena-su avidez-que es lo suficientemente sabia como para advertir, igualmente, la voluptuosidad de la desnudez y el despojamiento-, su horror a la muerte, su búsqueda de la verdad escueta del mundo, a la que pertenece íntegramente a través de la heterodoxia del deseo y de los imprevisibles caminos del instinto.”

Página 51:
“En una sociedad montada sobre la indiscriminada aspiración al éxito, sólo el fracaso preserva la lucidez existencial. Éste guarda todavía, en su rincón riguroso, ignotas posibilidades de realización humana, que los triunfadores desconocen.”

Página 75:
“-el patio de la clínica la aguja hipodérmica las pastillas(“¿qué me están dando?”,”tómatelas , el médico lo ordena”) la camisa de fuerza el llanto impotente en la oscuridad del cuarto “la culpa” de “haber perdido la razón” la infantilización sádica, o tanto peor: benevolente, del personal de enfermería “

Último párrafo:
“Yo, que a veces no se si soy digno de creer realmente, cuando escucho como ahora este jazz medular, surcando con su ráfaga de escalofrío la distancia que hay desde mis huesos hasta esta página; cuando la vida sobrenada en una pulpa joven, misteriosamente plena; cuando me doy cuenta súbitamente de que , a pesar de todo, amo y soy amado ; …”

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