Haciendo la cola en el camino hacia el cambio
Como una vez me decía Fernando Yurman, ante la muerte hay cosas que podrás entender y otras que jamás comprenderás. Las elecciones del 7 0 han sido una pérdida para los de la alternativa democrática que aún nos plantea interrogantes
Me
siento a escribir esta nota a una semana del 7 0. Hace siete días a esta
hora estaba yo en la cola esperando mi turno para votar. Son pocos días
pero la sensación real es que han pasado muchísimos más.
Consciente de que esta elección sería la
más importante de nuestra vida como país político, estaba decidida a
votar sin importar lo que tuviese que hacer para lograrlo. Así fue y,
entre otros avatares, estuve en colas durante más de 5 horas.
Además, esta vez me tocó hacer dos colas
. Una por solidaridad conyugal, en Macaracuay y en la mía por tradición
personal, en Campo Alegre. Cada una con extensos plazos de espera.
Desde mi primer voto, me han gustado
esos ratos en paciente fila donde se genera una especial camaradería, en
la cual, a pesar de las diferentes intenciones del voto, se comparte
con viejos y nuevos amigos, se intercambian chismes con vecinos de
siempre y anécdotas con familiares que no veíamos en tiempo.
Esta vez percibí en el ambiente un tenor
particular. Flotaba entre todos un compañerismo cómplice, parecido al
de un acto de fin de curso. No estábamos allí solo para votar sino para
reconfirmar, por encima de todas las cosas, nuestro derecho a decidir el
futuro de Venezuela.
Mientras esperábamos en la cola que me
correspondía, la de la Tercera Edad, permitíamos con complacencia que se
nos colearan los de la Cuarta.
Cada vez llegaban más hombres y mujeres
que se movilizaban con mucha dificultad. Se empujaban con sus muletas,
arrimaban sus sillas de ruedas o se colgaban en los brazos de los
nietos, a quienes además vi como le cargaban la bombona de oxígeno al
abuelo para que pudiese subir las escaleras. Para ellos contribuir con
el futuro democrático significaba su mejor legado.
Jóvenes del vecindario nos refrescaban con generosos emprendimientos familiares. Unos hermanitos, entre 7 y 10 años, ofrecían café ¡gratis! si le comprábamos el brownie que había horneado la hermanita. Otro vendía té frío del cual perdía gran parte al derramarlo cuando trataba de verterlo, con un precario equilibrio, en los vasitos plásticos. Ellos también colaboraban para defender su herencia.
Pero la mejor de todas fue la cola
gourmet donde estuvo mi hermana, quien me contó que les pasaban desde
cafecito en bandeja hasta sándwiches kosher, todo gratis. Además,
repartían libritos de Sudoku y revistas Hola…¿Qué tal?
Recuerdo hoy también la convivencia del
acalorado entusiasmo y apretujada algarabía, en la concentración de la
Av. Bolívar el domingo anterior.
La concentración del 30 de septiembre
fue un compartir la esperanza del triunfo de la UNIDAD con la diversidad
que somos los venezolanos, reconociéndonos en la coincidencia por la
lucha por el cambio, la búsqueda de nuevos escenarios fundamentados en
nuestra pluralidad social.
Estos recortes en el tiempo sustentan
hoy mi ánimo, por aquello que analistas especializados han calificado:
perdiendo hemos ganado.
No hay que negarlo, el 7 0 en la noche pasó lo que pasó y yo aún me estoy lamiendo las heridas.
Durante esta semana he leído muchos
artículos de opinión, mensajes en las redes sociales, he visto
entrevistas por los medios. He escuchado a sabios y a desgañitados, he
compartido con analistas preclaros y con obstinados reaccionarios. Todos
han tenido algo que decir. Y eso también es conveniente.
Creo que aun tenemos estos sucesos muy
cercanos y el análisis de los hechos como el que vivimos, requiere
razones amasadas con la sabiduría del tiempo . Lo malo es que no tenemos
mucho. Hemos de estar ya listos para trabajar las siguientes elecciones
del 16 D
Como una vez me decía Fernando Yurman,
ante la muerte hay cosas que podrás entender y otras que jamás
comprenderás. Las elecciones del 7 0 han sido una pérdida para los de la
alternativa democrática que aún nos plantea interrogantes.
Henrique Capriles perdió y con él
sentimos alejarse la oportunidad de recuperar la democracia y la
institucionalidad en Venezuela. Pero el que ganó y logró mantenerse en
el poder, no se revivificará.
No hubo muerte y tampoco habrá resurrección.
Mientras tanto fortaleceremos la UNIDAD,
cueste lo que cueste y nos ejercitaremos, en disciplinada calistenia,
para trabajar unidos por el ‘bien estar’ de todos.
Yo había declarado, muy segura, que esta
sería una elección ‘cara o sello’ para Venezuela.
Ahora debo
corregirme, vendrán otras que necesitarán todo nuestro empeño. Ya
estamos entrenados, hemos aprendido mucho, despejaremos el camino y
llegaremos a la meta.
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