viernes, 27 de enero de 2012

No a la Ley SOPA, sí a la Ley BASTA


El horóscopo me lo había advertido. Esa mañana Walter Mercado, desde su lecho de enfermo, escribió:

SAGITARIO:“Las máquinas no se le darán bien este día. No podrá tener acceso a comunicarse a través de ellas. Todo se le dificultará. Se bloquearán los canales de las redes y los mensajes no tendrán respuestas”.

Lo que no sabía el horoscopista era que ese día se vencía mi contrato con la telefónica VODAFONE y era la única oportunidad que me daban para cancelarlo. De no ser así lo extenderían, sin protesta ni reclamo, por un año más, incrementándome la tarifa.

Entonces, no tenia otro remedio que batirme contra los astros e intentarlo ad infinitum.
Cada intento por contactar un auditor, era guiado por una voz anónima, la cual en una retahíla de frases incomprensibles, me indicaba un número de fax que no funcionaba o un link a una página que decía en “reparación”.

Mis intentos se desvanecían de un número a otro, de un código de acceso a otro. Las horas pasaban y el costo de la llamada subía velozmente.

Pero lo peor era el sentirme sabaneada de una grabadora a otra, en un laberinto virtual donde se burlaban de mi haciendo que siempre volviese al inicio.

Durante esos enervantes lapsos, no podía alejar de mi mente aquel cuento de cuando era pequeña:”No, no es que no. Es que sí, es que si quieres que te cuente el cuento del Gallo Pelón…”
-Si quiere ayuda marque el 1, si no quiere ayuda, marque la almohadilla.

-Si quiere una respuesta, marque asterisco, si quiere un operador, no cuelgue el teléfono… y si no lo escucha, intente de nuevo.
-Si tiene ganas de ir al baño, no olvide bajar la cadena. Luego marque su código de acceso.

Al decimoquinto intento me mandaron a esperar al próximo lunes, cuando de 8 a 5 pm estarían listos para solucionar mi problema. Entonces no pude contenerme y grité no se a cual repetidora, que se fuesen a la mierda.

No me escucharon porque, mientras les vociferaba, continuaba escuchando la impasible y electrónica voz que en resumidas palabras decía:

- Si no quiere nuestros servicios, cáleselos.

En estos tiempos hemos permitido que la alta cibernética, dueña de servicios básicos, ocupe espacios jamás pensados, logrando alterar el concepto de lo que considerábamos una Dictadura: “Absolutismo, despotismo”.

Si tradicionalmente atribuíamos el término a un sistema de gobernar, a regímenes políticos, ahora se trata de la forma como las multinacionales de la comunicación dominan a la población.

No existe nada más tiranizante que pasar horas hábiles de nuestro tiempo siendo ruleteados por una policía virtual que despiadadamente, nos arrastra de extensión a extensión, terminal a terminal, mientras nosotros, vulgares ciudadanos, rebotamos entre operadores sordos y pitos inclementes.

Los usuarios somos atacados por mensajes de voz que cual metralletas nos tirotean obligándonos a decir si o no, a confesar nuestros códigos y declamar extensos numerales de identificación para finalmente, encerrarnos en un lapidario:

- Su tiempo ha caducado. Vuelva a iniciar el proceso.

Las compañías de telefonía a quienes se le han ido sumando los bancos, las líneas aéreas y otras que están calentándose, condicionan nuestras libertades tratándonos como pasivos consumidores y reduciéndonos a una nueva esclavitud: la de clientes y paganinis, limitándonos el acceso a los teléfonos, a Internet, haciéndonos perder los vuelos o abandonar cuentas de banco.

Y lo peor es que el horóscopo ya me lo había advertido.

Es el caso de VODAFONE, que en España ya en el 2010 tenía más clientes que la población total de Venezuela. Su trato con el cliente es irrespetuoso y tiránico. Pero ella no es la única corporación, ya he vivido casos con otras como MoviStar, Movilnet o DirectTV, donde cualquier proceso se convierte en Via Crucis.

Ahora, solo me queda volver a la maquinita mecánica para escribir esta columna y tratar de ganar adeptos para proponer en lugar de la Ley SOPA, la Ley BASTA (Bloqueo a las Atrocidades de los Servicios de las Telefónicas Abusivas), para reclamar, indignados, el maltrato con sus clientes.

No hay comentarios: