martes, 9 de septiembre de 2008

COSAS QUE PASAN EN CASA



Una tarde llegue a casa muy cansada, me senté en la cama a quitarme los zapatos y de pronto ¡pumba! me encontré sentada en el piso. Se le había roto una pata. En medio de esa sorpresiva sacudida mire alrededor y no note nada extraño. No podría dormir en una cama de medio lado. Hice un esfuerzo para levantarla y quitarle las tres otras patas para, al menos, dormir a ras del suelo.

Exhausta, fui a tomar algo de la nevera. No sabía bien que quería, si era hambre o sed lo que tenia, pero necesitaba algo. Cuando hale la puerta, el bombillo del interior dio un chispazo y se apago para siempre. Aturdida no le preste mucha atención, no tenía energías para hacer nada mas que aceptar la oscuridad.Tome un pedazo de pan frío, le puse un queso encima y me senté a comerlo frente a la TV… apagada.

Al pararme e ir hacia el fregadero, una escoba cayo justo delante de mí y, casi caigo yo sobre ella.

Maquinalmente lave el plato y al girar para dirigirme de nuevo a mi habitación, sonó el teléfono. Atendí y escuche una grabación que, con un sonido metálico, me amenazaba con demandarme porque estaba atrasada en el pago del servicio y, que de inmediato, me lo cortarían. Eso, confieso me paralizo por unos minutos pero sin pensarlo mucho mas y al ritmo de mi metabolismo lento, continué hacia mi cuarto. En el baño, abrí el grifo del lavamanos y al cerrarlo, me quede con él en la mano.

En ese momento sonó el timbre de la puerta. Maldiciendo lo inoportuno, fui hacia ella, abrí, no había nadie.

Entonces empecé a preocuparme por la coincidencia de tantos eventos erráticos. Me senté a pensar pero me turbo un ruido descomunal. Alcé la mirada y vi que una fotografía de gran formato, que estaba colgada en la pared encima del sofá, se había desprendido y estrepitosamente estaba ahora en el suelo.

No más. Ya era demasiado. El número de sucesos no podía ser casual. Algo mas allá de lo normal estaba pasando, eso, ¿había alguien del mas allá tratando de fastidiarme?.

Lo pensé seriamente y si era así, no podría hacer nada por detenerlo, por lo tanto ese más allá y yo debíamos convivir.

Finalmente el sueño pudo más que yo.

Al día siguiente, todo se convirtió en anécdota y, si no lo anoto hoy, ya casi lo había olvidado.

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