A Mariana Vegas
Esta es una historia cierta.
Don Luis vivió, trabajó y murió en un pueblito del estado Falcón.
Nació en Caracas, de familia con alcurnia, educado y viajado por los mejores lugares. Después de los 40 años decidió mudarse al interior para hacer la vida que le gustaba .
Así fue. Vivió como quiso y fue querido como vivió.
Nunca cargaba dinero en el bolsillo . Eso sí, religiosamente, una vez al mes hacia la ronda por los negocios y bodegas del pueblo, saludaba a sus dueños, tomaba un cafecito con ellos y les pagaba lo que les debía.
Don Luis murió repentinamente.
Su hija, conociendo la costumbre de su padre , viajó desde Caracas, para hacer el mismo recorrido y honrar sus deudas.
Al llegar a la quincalla de Don Julio, pidió le dijese cuanto le debía su padre para cancelarle las facturas que tuviese pendientes.
-Mire mija – le respondió al tiempo que abría una gaveta y sacaba un paquete de notas.
-Aquí están todas, pero Ud. no me debe nada.
-Pero cómo, sí, claro que se las debo- insistió ella.
-Que no, que no me debe nada. Yo solo quiero una cosa a cambio.
A ver, dígame - le respondió la joven señora.
-Mire, semanas antes de morir, su papá me trajo su sombrero de pelo é guama para que mi papá se lo reparara. Era el sombrero que usaba siempre y que ya estaba viejito.
Don Julio, se quedó unos minutos guardando un respetuoso silencio, luego reverenciosamente sacó el sombrero de un saco de yute y continuó:
- Mi papá lo reparó pero, lamentablemente, Don Luis falleció antes de poder entregárselo.
-Mire doñita - continuó Don Julio- aquí está. Parece casi nuevo. Lo que yo le quiero pedir es que, si puede, me lo deje. Es su mejor recuerdo. Yo, lo quiero colgar en la pared, frente a mi chinchorro, para verlo siempre.
-Su padre era un caballero de honor, concluyó
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