miércoles, 2 de noviembre de 2011



Fortalecida por la importante acogida del público al evento del año pasado, su organizadora, Guadalupe Gehrenbeck, asumió nuevamente el reto.

Del 4 al 13 de este mes, en el “II Venezuelans in NYC Festival”, artistas venezolanos presentarán exposiciones, conciertos, cine, lecturas dramatizadas y montajes teatrales.

Desde Manhattan hasta Brooklyn, creadores de diferentes generaciones, con mayor o menor tiempo trabajando en la ciudad, mostrarán sus trabajos en un abanico amplio de instituciones.

Producir este evento, ha necesitado un gran empuje, entusiasmo y sobre todo, mucho trabajo.

Eso lo explica Lupe Gehrenbeck.

- Lupe, eres una artista muy inquieta y ahora productora, ¿hasta dónde te propones llegar?¿Nuevas audiencias, nuevos artistas?

-No soy productora, pero sí artista hasta las últimas consecuencias. Y si eso implica ser productora, pues produzco lo que haga falta para llevar el barco a puerto. Y si en mi esfuerzo puedo arrastrar a otros artistas, ¡tantísimo mejor! Por supuesto el apetito por nuevas audiencias es una cosa que comparto con la mayoría de los artistas y justamente, me gusta compartirlo.

-¿Como ha ido cambiando la población de artistas venezolanos en Manhattan?

-Creo que la salud de una ciudad se puede medir en la cantidad de gente con disposición a ‘disfrazarse’, que habita en ella. También es impresionante que el 68% de su población pertenece a alguna minoría, desde los policías hasta los estudiantes pasando por los banqueros o los médicos, exhiben todo tipo de color de piel, lenguaje corporal, costumbres y preferencias. En NYC hay espacio para todos, público para todo, es una ciudad que te permite vivir tus fantasías. Una ciudad que agrupa a muchos que viven con la necesidad de expresarse. Son muchos los artistas que la escogen para vivir sus sueños, ejercer su oficio, saciar su curiosidad, intercambiar con otros y para dialogar con los distintos.

También es una ciudad que puede ser muy dura con quien no participa de la maquinaria del dinero, de manera que hay muchos artistas que terminan por verse obligados a salir de Manhattan, pero son muchos más los que llegan que los que se van. Yo me atrevería a decir que NYC, es la ciudad perfecta para cualquier artista, desde hace mucho tiempo y lo será aún por más. En eso no ha cambiado.

Pero si hablamos de artistas venezolanos, eso sí ha cambiado: ahora hay muchísimos más que hace 20 años.

-¿Hay un hilo conductor en la selección de los artistas participantes?

-El gentilicio. Se trata de artistas venezolanos. De aquí y de allá. De distintas disciplinas y tendencias pero que comparten una misma temperatura en la manera de querer, un trópico en la mirada, un entusiasmo en el habla. A todos se nos nota que venimos de Venezuela, vivamos donde vivamos, hace mucho o hace poco.

-Qué es lo más importante detrás de todo este esfuerzo, ¿mostrar a los de aquí o a los de allá?

-Ambos grupos tienen mucho que compartir y que mostrar. Unos más en contacto con las tendencias del mundo de afuera, otros más conectados con las verdades del mundo de adentro. Ambos son indispensables, si queremos hablar de Venezuela en NYC. En la programación puede verse lo variopinta que es la selección, va desde los famosos hasta los talentos más jóvenes.

El equipo que está detrás, los que lo hacen posible, lo explica todo: son gente de un empeño y nobleza de espíritu tales, que con nada o muy poco han logrado llevar este Festival a su segunda edición. Trabajar junto a María Fernanda Rodríguez, Marcos Purroy, Indira Leal y Alfonso Rey, más que hacer posible lo que pareciera imposible, ha sido comprometerse con el gesto creador de un país, desde lo mejor de nosotros mismos. He terminado por adorarlos.

-Háblanos de tu trabajo como artista en esta Segunda Edición del Festival Venezuelans in NYC.

-Mi experiencia haciendo mi teatro con actores del Actor Studio, (“BOLERO”, Jeneffa Soldatic, Sebastian Gálvez) por segunda vez, no la puedo comparar con nada que haya hecho antes. Ha representado un crecimiento enorme para mí, una exploración que pareciera ser infinita, de una riqueza alucinada. Me ha llenado de certezas y me ha brindado la posibilidad de sumergirme en las profundidades más insospechadas, justamente donde vive la poesía.

Por otra parte, dirigir otra obra mía a manos de actores estudiantes de la Lee Strasberg (“SALSA”, Maria Mercedes Galuppo y Bruce Beak), es un reencuentro invaluable con la mística más pura del oficio. Trabajar con actores capaces de memorizar 35 páginas de texto y toda una puesta, en apenas una semana, impresiona a cualquiera. Sobre todo si se trata de actores con talento y una disposición al trabajo que pareciera inagotable.

Y la curaduría que me ha permitido juntar a nueve artistas de extraordinario talento (“NOSTALGIA”, Anita Pantin, David Foote, Lucía Vera, María Schon, Mariana Martin Capriles, Marisela La Grave, Pilita García Esquivel, El Hase (Sergio Barrios), Valeria Cordero) me ha puesto en contacto con una honestidad y dignidad en el trabajo creador, de vehemencia innegociable, aleccionador, romántico, si se quiere. ¡Una belleza! además, me ha permitido retomar mi práctica académica de las artes visuales que hace mucho no ejercía y que me encanta. Gracias a la complicidad de One Art Space, galería a cargo de Elizabeth Villar y Dan Giella.

Y si hablamos de complicidades tendría que mencionar a Goya Food, Ron Santa Teresa y todos los teatros que están co-produciendo el festival: The Producer's Club, Roy Arias, Lee Strasberg, the Living Theatre, Instituto Cervantes, Centro Español, la Tea, Taller latinoamericano, entre unos cuantos otros.

Me siento profundamente feliz por todo eso. Realizada y agradecida, no se me borra la sonrisa con nada y no me canso, a pesar de que apenas me quedan horas para dormir.

Aplausos pues a Lupe y ¡si se puede!.

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