viernes, 27 de abril de 2012

La revolución semiótica del color blanco


El lenguaje del color forma parte de la comunicación cultural. Cada uno de los colores transmite sentimientos los cuales, consciente o inconscientemente, inducen asociaciones emocionales cuyo impacto ha sido estudiado, difundido y aplicado “in extenso”.

En los deportes, por ejemplo en el judo, el color de los cinturones va del blanco al amarillo, pasando por naranja…hasta el negro, en ellos se califica el dominio de la técnica y la perseverancia en la práctica.

En el futbol, las tarjetas son juicios breves, sumarios, con el amarillo y el rojo.

La bandera de los Juegos Olímpicos sobre fondo blanco, posee cinco aros de distintos colores, entrelazados, representando el de color amarillo a Asia, el azul a Europa, el negro a África, el verde a Australia y el rojo a América, simbolizando a los cinco continentes participantes.

En la publicidad los expertos manejan un espectro cromático en el cual confían plenamente.

En la política también se juegan ciertas cartas cargadas de intenciones de dominio que, en nuestro caso venezolano, incluyen además, los trapos “rojos “ con los que nos capotean las matrices de opinión.

El uso de los colores implica que existen códigos culturalmente aceptados y compartidos que traspasan los idiomas y se erigen en un tácito consenso internacional.

Las adjudicaciones calificativas de los colores se encuentran dentro de un margen con una varianza razonable. Sin embargo hay uno de ellos cuyo significado se traduce igual en casi todas las culturas occidentales.

Este es el blanco.

El color blanco es un símbolo universal de paz, de libertad, de transparencia, de cese de hostilidades. En sus aplicaciones se induce a la pureza, la claridad que inspira tranquilidad y amplitud.

Pero, este sábado pasado, un artículo de Yoani Sánchez en el New York Times revolucionó la semiótica del blanco.

“La Tarjeta Blanca es una pieza más de las absurdas medidas migratorias que impiden a los cubanos salir y entrar libremente de su país. Es nuestro propio Muro de Berlín, sin el concreto, es el terreno minado en nuestras fronteras, sin los explosivos. Son una pared elevada de papeles y sellos controlada por la miradas fijas y severas de los soldados” The Dream of Leaving Cuba http://www.nytimes.com/2012/04/22/opinion/sunday/the-dream-of-leaving-cuba.html?_r=2

A la valiente bloguera y comunicadora cubana, desde 2008, se le ha negado 19 veces el permiso a salir de su país. Como ella reseña, ha dejado de participar en conferencias, no ha podido recibir los premios que le han sido otorgados, y no ha asistido a los actos de presentación de sus libros. Nunca ha recibido respuesta de las autoridades nacionales, más allá de “Por ahora ud. no está autorizada a salir del país”.

¿Cuál es la causa? ¿cuál es su crimen? pensar de manera crítica sobre el gobierno de la Isla, pertenecer a grupos de oposición y estar activa en las plataformas en defensa de los Derechos Humanos.

El actual sistema que nos gobierna ha buscado transferir a Venezuela valores, códigos y significantes de la cultura política de los cubanos conformando un amalgamiento de símbolos invasivos, contradictorios y peligrosos.

La adopción de modismos por algunas autoridades oficiales, la infiltración entre ambos cuerpos militares, la adopción y exhibición pública de símbolos patrios, no son textos de ficción, son actos conscientes que nos imponen a la fuerza en nuestro día a día, son cargas que no nos pertenecen.

Ojalá que esta modalidad que transforma el color blanco en freno, encierro y privación de libertad, no sea la próxima medida que nos pretendan aplicar.

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